Cayetana Alvarez de Toledo además de ser la portavoz del Partido Popular en el Congreso español, es una mujer de contenido duro en el verbo, sin importar el contrincante.
En pleno Congreso le dijo a Pablo Iglesias, el segundo del Gobierno español: “Usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece usted, a la del crimen político”. Fue su respuesta ante la marcada insistencia ofensiva en el tono del líder de Podemos al llamarla marquesa.
Ella es además de política polémica, es periodista y también historiadora, hija de una argentina y un francés, de quien tomó sus nacionalidades, además de la española ya que nació en Madrid. Considera que hay disolución de dos valores muy importantes en el mundo contemporáneo: “Se disuelve la verdad que es esencial para cualquier sistema democrático y se disuelve el valor de la ley, de la legalidad, quedando indefensas las democracias. Por lo tanto, quienes queremos proteger la democracia, debemos asumir las consecuencias de decir la verdad y defender a ultranza el estado de derecho”.
A su juicio, el partido Podemos “tiene una relación de intimidad estructural con la dictadura chavista; el embrión de Podemos es el chavismo. En sus orígenes como Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), previo al partido, fue de tipo más profunda y económica”.
Ca yetana es vista, por varios sectores como una aliada de los venezolanos, más allá del tema político. ¿Qué puede motivarla a sentir y manifestar ese afecto por la defensa de la democracia venezolana?
Fue puramente de la constatación de que se vivía una radical injusticia en Venezuela y que la democracia venezolana estaba siendo atropellada, de manera sistemática y feroz, por parte de un régimen cruel. La democracia es un valor que nos interpela a todos los demócratas sin discriminar donde vivamos. Yo no tenía vínculos personales con Venezuela antes de implicarme en su causa; había conocido algunos venezolanos aquí en Madrid, pero pocos y no había visitado nunca al país. Fue simple amor por la libertad, a los derechos humanos, a la democracia y al estado de derecho, valores que no son de izquierda o derecha, que no pertenecen al liberalismo, al conservadurismo o a la social democracia, sino que son valores que nos pertenecen a los seres humanos por el mero hecho de serlo. Y en la lucha por la libertad y la democracia ya no hay fronteras morales; no puedo defender simplemente la democracia y la libertad en mi país o en mi entorno inmediato, en este este caso la Unión Europea y sentir que en un país otro y desentenderme de lo que sucede en otro país. Es un por compromiso con unos valores que son universales.
Opina que siempre se debe preservar los valores de democracia y libertad y, estar dispuestos asumir la crítica y el coste de defender estos valores, a veces frente al poder, a veces frente a la mentira, a veces frente a la desinformación, a la manipulación, pero también a la cobardía o al apaciguamiento generales que son conductas muy naturales en muchos seres humanos, porque intentan no meterse en problemas. Muchas personas prefieren ponerse de perfil a ponerse de frente y encarar la injusticia o la ausencia de libertad, porque encararse tiene un coste personal evidentemente, pero cree que hay que enfrentarlo. También es una cuestión de carácter. Hay gente más dispuesta a encarar el coste de la confrontación. Sin duda. Lo importante es que el tema nos atañe a todos.
Considera además, que hay una cierta disolución de dos valores muy importantes en el mundo contemporáneo; se disuelve la verdad, que es esencial para cualquier sistema democrático, y se disuelve el valor de la Ley, el valor de la legalidad, y es cuando las democracias quedan indefensas. Es por ello por lo que quienes queremos proteger la democracia tenemos que reivindicar y volver a poner en valor la verdad, y asumir las consecuencias, defender a ultranza el estado de derecho y la legalidad.
Sobre la reunión secreta, del 20 de enero, entre Delcy Rodríguez y el ministro José Luis Ábalos, piensa que la respuesta quizá esté en el momento que se está viviendo de disolución de valores fundamentales que hacen posible la civilización y la convivencia pacífica, que son la ley, la libertad, la igualdad del Estado de derecho. Es muy importante el papel que juegan los equidistantes, lo que se colocan en el medio. El bien existe, y estos valores forman parte del bien, son lo que hace posible la convivencia y la paz en las sociedades y la libertad, pero también existe el mal, regímenes e ideas malignas que se promueven y que destruyen las sociedades: la dictadura, la tiranía, la ilegalidad, la mentira. El gran problema es el espacio tibio intermedio, conformado por personas en apariencia razonables, que con su tibieza y su presunta equidistancia legitiman el mal y debilitan el bien y a las personas que luchan.
¿En el caso Venezuela?
Ha habido una dictadura, hace muchos años, operando con crueldad terrible, destruyendo un país. Desde adentro ha habido gente luchando heroicamente, frente a esa dictadura, en la oposición, durante muchos años e intentando movilizarse, asumiendo el coste, yendo a la cárcel, como jóvenes estudiantes, líderes políticos, empresarios, exiliados. Y luego ha habido, en medio, esa equidistancia, personas que se han presentado a sí mismo como promotores del dialogo, tergiversando ese concepto en beneficio del régimen. En ese espacio de equidistancia ha habido personas concretas, José Luis Rodríguez Zapatero es un ejemplo perfecto; él empezó presentándose como mediador entre dos partes y acaba utilizando el diálogo en beneficio estricto de la narcodictadura, se ha convertido en agente del régimen hace muchos años.
También pasa con países.
Por supuesto, en esa equidistancia también han estado muchos europeos. partidos políticos e instituciones europeas que, en el fondo, por no comprometerse, por no mojarse, por no tomar partido, por no meterse en más líos, por intereses económicos, por intereses geoestratégicos no han dado un paso al frente en defensa de los demócratas venezolanos y se han limitado a promover diálogos y operaciones de negociación, asumiendo para Venezuela o cualquier otro país de América Latina o del mundo, lo que jamás aceptarían para sí mismos. Es lo que Mario Vargas Llosa, hace muchos años, en una magnífica conferencia. denunció como un racismo visceral, hay una forma de racismo que consiste en aceptar para Venezuela lo que un europeo nunca aceptaría para sí mismo.
Exactamente.
Es decir mucha de esta gente de Podemos y de partidos de izquierda radicales que han defendido el chavismo, que justifican ese régimen, que lo legitiman, practican una forma de turismo del ideal, revolución en patio ajeno, es decir, que se haga la revolución en Venezuela con el dramático coste humanitario que eso supone mientras tranquilamente disfrutan los beneficios del capitalismo occidental, del estado de derecho y de la democracia liberal en Europa; es una actitud indigna, inaceptable e inmoral.
Afiema que la visita de Delcy Rodríguez a España en la clandestinidad y de su encuentro nada menos que con el ministro de transportes y número tres del Partido Socialista, tiene los peores ingredientes que puede manifestar un Gobierno democrático español: la mentira, el desprecio a los derechos humanos y el desprecio a la ley. Se mintió desde el primer momento, ocultándolo y luego dando versiones sucesivas falsas. Se mintió impúdicamente, sin vergüenza alguna, una y otra vez a la prensa, a la opinión pública. Si se miente tan reiteradamente es porque se tiene algo que ocultar. Además, hay unas sanciones europeas clarísimas que impiden que la señora Delcy Rodríguez no solamente ponga un pie en suelo español, sino que sobrevuele el territorio español, de la Unión Europea. Ella aterrizó en España impunemente, pasó la noche en el aeropuerto, fue agasajada, protegida y amparada por el Gobierno español.
Eso jamás debió haber sucedido por cuestiones morales y legales. Y en cuanto a los derechos humanos, ahí está la oceánica hipocresía del discurso gubernamental, que es una coalición del Partido Socialista y Podemos, que se llenan la boca hablando permanentemente de derechos humanos y justicia social, pero que con su actitud respecto a Venezuela legitiman y blanquean un régimen que está violando sistemáticamente los derechos humanos del pueblo venezolano. Y yo lo he visto, he estado en Venezuela, la última vez vi las grandes movilizaciones en torno a la designación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela. He visto las cárceles, he visto a los estudiantes violados, encarcelados, reprimidos, he visto a los ancianos haciendo cola durante horas entre supermercados y farmacias. He visto madres descalzas cruzando la frontera de Cúcuta con sus niños en brazos, arrastrando bolsas, caminando Dios sabe hacia donde, miles de kilómetros hacia el Perú. He visto dirigentes de la oposición pasando años en la cárcel, visité a Leopoldo López que, aunque no me dejaron entrar a la cárcel, hablamos a gritos desde las afueras de Ramo Verde. He estado con Antonio Ledezma. Le hice la primera entrevista a Lorent Saleh cuando salió de La Tumba y me contó su experiencia.
La obligación de España, por razones histórica, cultural de vínculos con América, por razón moral, de tipo democrático básico, por su posición europea, es encabezar el movimiento internacional para poner fin inmediato a ese régimen. España debería estar liderando la movilización internacional de condena de ese régimen, de sanción a sus jerarcas y de presión para acabar una vez con esa tiranía. El pueblo venezolano, durante muchos años, ha hecho un esfuerzo sobrehumano para sobreponerse a la dictadura, pero necesita el apoyo externo. Cuando desde la hipocresía europea o internacional se dice no podemos asumir nosotros una forma de injerencia en Venezuela, se niega que en Venezuela se esté produciendo desde hace años una radical injerencia cubana y la de otras potencias ahora como Rusia.
España dio un retroceso en materia de violación de derechos humanos con Venezuela. Es un clima general de erosión de valores básicos en las sociedades, es decir hay una aceptación a la injusticia, a cierta disolución del compromiso con la libertad, la democracia y los derechos humanos, incluso en los propios países respecto a sus propias democracias. En el caso de España llevo tiempo, con especial inquietud, haciendo llamamiento a la movilización de los ciudadanos en defensa de su democracia y que no caigan en el cansancio y el desistimiento. Mucha gente llega a creer que esto no tiene solución, que es inevitable, inexorable. La política se degrada tanto que empiezan a alejarse de la política, pero ese es el camino más corto hacia el triunfo del mal. Si nos cansamos, el mal triunfa. El mal parece que nunca se cansa, pero es la gente que trabaja por la destrucción, porque hay muchos intereses, mucho dinero y poder, opina esta genial luchadora. /Con información de Infobae