Integrantes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana perseguían a paramilitares, al no poder atraparlos y se vengaron con los trabajadores de los campos de la zona: “Uno ya siente temor cuando vienen”, afirmó una de las víctimas.
Caño Motilón, parroquia Udón Páez del municipio Catatumbo del estado Zulia, está en la frontera con Colombia y ha sido varias veces escenario crudo del enfrentamiento entre paramilitares colombianos y guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional. Pero esta vez una comisión de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) llegó al lugar persiguiendo a un grupo de paramilitares, que se les escapó entre el monte. Los militares terminaron deteniendo, maltratando y robando a los productores de la zona, quemando 35 hectáreas de una finca al lanzar torpemente una bengala e incluso asesinando a uno de sus propios compañeros de armas, en una acción que aún no está clara, pero que ocurrió a unos pasos de donde estaban tres niños. Se fueron el sábado a final de tarde.
Todo empieza el martes 20 de agosto, cuando hubo un operativo aéreo de la Fuerza Armada en el sector Caño Motilón. Persiguieron a un grupo de paramilitares quienes iban en una camioneta. Al llegar al caño Perillo los irregulares se bajaron y se internaron entre el monte. Los militares procedieron a quemar el vehículo en el lugar.
Al día siguiente los militares entraron a la zona por vía terrestre, hicieron visitas a varias fincas, se llevaron a 11 obreros y a José Correa, dueño de una de las fincas, con la excusa de que encontraron municiones cerca de la vivienda.
El jueves en la tarde llegaron los funcionarios de la Fuerza Armada a la finca El Tesoro de Caño Motilón con unos obreros del productor José Correa, a quienes traían amarrados. También llevaron al productor Eusebio Omaña y a su hijo; horas después los liberaron luego de haberlos golpeado. Varias personas dijeron que tanto los obreros como Eusebio y su hijo son personas ampliamente conocidas en la zona, que son trabajadores y que nada tienen que ver con los grupos irregulares que pululan en la región.
Los militares acamparon en la finca El Tesoro, según contó la dueña doña Cecilia. “El jueves como a las 6 de la tarde llegaron los militares. Trajeron a unos obreritos, a los goajiros, los tiraron al piso y los maltrataron. Yo les dije que ellos trabajan cortando palma, podando, que eran obreros a quienes yo distingo hace tiempo. Al rato trajeron encapuchado a mi compadre Eusebio”.
“En la noche me quemaron un potrero, al lanzar una luz de bengala. Yo vivo del arriendo y me dejaron sin poder pagar obreros ni levantar cerca. Me quemaron todos los pastos, me destruyeron las cercas“, dice Cecilia, quien trata de controlar las lágrimas.
Juliet Graterol, quien también estaba en la Finca El Tesoro, confiesa que los militares le preguntaron si estaba solo ella con cuatro niños, su suegra que es viuda y su cuñada que está embarazada que estaba en chequeo médico. Les exigieron los documentos de identidad, después pidieron permiso para entrar a la casa. “Revisaron. Me preguntaron por mi marido y les dije que se había ido a Colombia a trabajar. Ellos se fueron, estuvieron en la esquina de la casa, luego regresaron diciendo que iban a acampar aquí y que estuviéramos tranquilas que íbamos a estar protegidos por ellos”.
El día viernes la comisión militar aun seguía a unos metros de la casa de la finca El Tesoro, cuando uno de los militares, mientras limpiaban los fusiles y jugaban entre ellos, le disparó, al parecer accidentalmente, a uno de sus compañeros militares quien murió en el lugar.
En la noche los uniformados tiraron una luces de bengala, causando un incendio que quemó el potrero de doña Cecilia, la suegra de Juliet. “Como a mi bebé de dos meses lo habíamos tenido hospitalizado por problemas respiratorios, queríamos ir a apagar la candela. Le pedimos permiso a uno de los Mayores del Ejército, pero no lo permitieron, argumentando que había gente patrullando y era un peligro”, dice molesta Juliet.
El productor Eusebio Rodríguez relató que “la comisión militar llegó el jueves a agredirnos. Nos encañonaron, nos tiraron al piso, mientras preguntaban que dónde estaba ‘la gente’. Nosotros qué vamos a saber si solo somos trabajadores para sobrevivir, no somos delincuentes ni bandidos para que nos traten de esa manera. A mi hijo me lo patearon. Se metieron a la casa y les dije que respetaran. No hicieron caso. Me sacaron fuera de la casa. Se molestaron porque encontraron dos cargadores de teléfonos”.
Relata que le saquearon la casa. “Me taparon la cara con la franela. Nos llevaron a mi hijo y a mí. Se metieron a revolcar la casa, se llevaron un reloj, una colonia de mi hermano, una caja de chimó, un ahorro que tenía por ahí de 300 mil pesos”.
A Rodríguez le indigna porque “como campesinos y trabajadores no tienen por qué agredirnos así. Yo tengo aquí 45 años y nunca nos había pasado eso. Uno ya siente temor cuando ellos, los militares, vienen porque preguntan por cosas que uno no sabe. El malo no trabaja. Uno vive del trabajo”.
Con el dinero que los militares le robaron a Eusebio compraron leche, cigarros, chimó y otras cosas que se llevaron con ellos. /Infobae