Nadie se lo esperaba. Donald Trump ha vuelto a sorprender y ha sacado, en el último momento, un as que tenía bajo la manga y del que no se ha sabido nada hasta ahora. Si bien el Colegio Electoral ha dado por ganadora la candidatura de Joe Biden y Kamala Harris, estas victorias aún no han sido certificadas, tal y como se puede comprobar en la página web del mismo Colegio Electoral. Hasta el 6 de enero nada es definitivo. Y en vista de la estrategia empleada por Trump, la supuesta victoria de Biden peligra. Veamos.
Primeramente, pese a que los medios de comunicación se empeñen en proclamar a Biden como nuevo presidente, lo cierto es que la certificación de los resultados del ganador lo debe hacer el Congreso, que se reunirá el 6 de enero, por lo que el mainstream está emitiendo titulares falsos acerca de la victoria certificada de Biden. El mismo Colegio Electoral lo indica en su página web.
El Congreso es el encargado de contar los votos electorales y, si ha habido alguna circunstancia especial, resolverla. El caso es que sí se ha dado esa circunstancia especial que haría que esta votación fuera diferente. Trump ya advertía de que los estados de la disputa acusados de fraude electoral iban a “cometer un delito si votaban por Joe Biden”. Pero, antes que nada, para entender mejor la estrategia empleada por Trump, tenemos que olvidarnos por completo de otro sistema electoral, ya que en Estados Unidos es totalmente diferente. Veamos.
Padres Fundadores
Estados Unidos es una República Constitucional, la más antigua del mundo. En la Constitución americana, el presidente es el representante de los intereses de los estados de la Unión frente a los intereses de las instituciones federales. Los que eligen al presidente son los legisladores, o lo que es lo mismo, los miembros de las cámaras legislativas de cada estado. Arizona tiene sus propios legisladores, Pensilvania igual, y así sucesivamente.
Aquí viene ahora el quid de la cuestión. Los que eligen al presidente son esos legisladores, esos miembros de las cámaras de cada estado. ¿Y el voto popular? ¿El de la gente? Pues bien, el voto popular es únicamente un indicativo de lo “que quiere el pueblo”, pero, ante todo, no es vinculante. El voto popular influye, pero los legisladores pueden nombrar después al presidente que crean conveniente. Esto cuesta de entender, pero es que los Padres Fundadores lo dejaron todo muy bien atado. Crearon los contrapesos legales suficientes para que los estados de la Unión “nunca fueran víctimas de la tiranía de la mayoría”. De este modo, los Padres Fundadores se blindaron bien contra estrategias totalitarias venideras.
Prosigamos. Una vez que sabemos que los legisladores son los que deciden finalmente quién será el presidente de los EEUU, tenemos que conocer que ellos no depositan ningún voto en una urna. Lo que hacen es que eligen a los electores, personas que se comprometen a votar lo que han elegido los legisladores. Este 14 de diciembre, después de estas elecciones, el Colegio Electoral esperaba a los electores de cada estado. Y cada estado tiene un número de electores que votan “lo que dice el pueblo”. Pensilvania, por ejemplo, tiene más electores que Nevada. Pero, y esto es importante, los electores pueden cambiar de parecer en el último momento y los legisladores también pueden enviar electores que voten algo que no ha decidido “el pueblo”. Recordemos que el voto popular solo influye, no es decisivo.
¿Qué ha pasado?
Ahora vamos al meollo del asunto. Lo que ha sucedido es que siete estados, donde habían ganado supuestamente los demócratas, han emitido dos listas de electores porque los legisladores no se han puesto de acuerdo. Los legisladores republicanos han emitido, por ejemplo, en Pensilvania, 20 electores que van a votar por Trump. La cosa es que los legisladores demócratas también han emitido otra lista de 20 electores en Pensilvania que van a votar por Biden. Un mismo estado va votar por ambos candidatos. Y esto no puede ser. Es inviable.
El problema es que siete estados han enviado dos listas paralelas de votos electorales. Lo que quiere decir que los grupos de electores de Pensilvania, Georgia, Michigan, Winsconsin y Arizona, Nevada y Nuevo México han votado por Trump y por Biden. Todos ellos suman 84 votos electorales. 84 votos que serán anulados con toda probabilidad en el Congreso, el 6 de enero, fecha en la que se certifica al ganador.
Trump coordinó esta acción con los legisladores republicanos de cada uno de estos estados. Pero no dijo ni pío. Hasta ahora. Los legisladores republicanos de cada uno de estos estados se han protegido a sí mismos legalmente en el caso de que las demandas por fraude electoral prosperen y den la razón al equipo jurídico de Trump. Con este gesto, el líder republicano gana tiempo para que la justicia se pronuncie e influir, de este modo, en el resultado final de las elecciones. Hay que recordar que la única fecha límite que marca la Constitución de EEUU es el 20 de enero.
Cabe destacar que, en medio de todo este lío, los electores que iban a votar por Trump, por ejemplo, en el Capitolio de Michigan, se encontraron que el edificio estaba acordonado por policías. El Gobernador demócrata había enviado a los agentes para que no entraran los electores de Trump. Casi parecía un golpe de estado.
Mike Pence tiene la sartén por el mango
Por todas esas razones, lo que ocurra el 6 de enero será crucial. Cuando el Congreso celebre la sesión conjunta, los votos del Colegio Electoral de cada estado comenzarán a contarse por orden alfabético. Al llegar a Arizona, el Senado interrumpirá la sesión. Al encontrarse con dos listas electorales, de republicanos y demócratas, el Senado tendrá que deliberar y determinar qué hacer con el “empate” en Arizona, y con los otros seis estados que han hecho lo mismo.
No hay que olvidar que los republicanos son mayoría en el Senado. Y Mike Pence, actual vicepresidente en funciones de EEUU, es el presidente del Senado. Lo que está previsto que suceda es que Pence opte por anular los votos de Arizona y así sucesivamente con el resto de estados, los cuales han presentado doble lista de votos para demócratas y republicanos. Es así como 84 votos electorales desaparecerán.
Esto provocaría que ni Trump ni Biden consigan alcanzar el número necesario de votos electorales para ser presidente de EEUU, que son 270 votos en total. Entonces, el Congreso confirmaría solo 232 votos electorales para Trump y 227 para Biden. En este punto, se activaría la Duodécima Enmienda, dado que se requerirá lo que se llama una “elección contingente” en la Cámara de Representantes para determinar quién será el próximo presidente. Esto significa que cada estado pasa a tener un voto únicamente. Pensilvania ya no tendrá 20 votos electorales, sino uno, al igual que todos los estados. Mike Pence tendrá la sartén por el mango y es más que seguro que se llegue a esta situación. Hasta la CNN, cadena que abomina de Trump, lo reconoce.
Elección contingente
Los analistas políticos americanos explican que, en “una elección contingente”, que supone un voto por cada estado, los estados republicanos votarían por el presidente Trump, y los estados demócratas votarían por Biden. En este caso, encontramos que hay 27 estados republicanos y 20 estados demócratas. La mayoría la tendría Trump y se proclamaría de nuevo presidente de los EEUU.
Las demandas de fraude y los informes forenses que han detectado que Dominion “está diseñado para cometer fraude y tiene errores de casi el 70%”, son parte de la argumentación que tienen los republicanos para acudir a esta estrategia. Y según el abogado constitucional Ivan Raiklin, “hay evidencia de que este proceso ya está en marcha en el Senado de Estados Unidos”. Así que todavía queda disputa para rato. /Con información de LibertadDigital.com