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Es de celebrar el gesto de sacar a escena pública una propuesta de lucha por la libertad y la democracia en Venezuela, requiriendo de urgencia un debate incluyente que lleve en breve plazo a que todos podamos estar representados en un nuevo pacto unitario.
Juan Guaidó lo hace desde su rol de presidente interino, y frente a todo el país ha enumerado, nombrado, convocado, por nombre y apellido, a una lista de líderes a los que tiene que articular, escuchar, respetar y hacer partícipes, en nuevas acciones que eviten la concreción de los planes violentos del régimen.
Del comunicado de la Conferencia Episcopal, aún por polémico que haya resultado, con la mano en el corazón debe rescatarse como una enorme verdad que la abstención no es suficiente, y que no resuelve ni los fraudes electorales del régimen ni mucho menos los problemas humanitarios y económicos de nuestras familias.
Esta hoja de ruta responde también a las preocupaciones de los obispos. Ellos deben ser convocados a participar del nuevo pacto unitario, porque además lo que plantea la presidencia está en plena concordancia con nuestros derechos constitucionales, como el de ejercer la soberanía de manera directa.
La gran Consulta que empieza por casa
A María Corina Machado, por ejemplo, propios y extraños se han empeñado en etiquetarla como extremista y guerrerista. Pero la he visto insistir en que ella quiere votar, pero que su voto elija con libertad, en vez de servirle al régimen para vestirse con una morisqueta de legalidad. Guaidó la está llamando a que aporte lo mejor de sí.
En la Hoja de Ruta que se ha presentado, hablan de convocar al país a expresar su verdadera voluntad a través de un mecanismo nacional e internacional de participación masiva ciudadana. Y eso es una consulta popular.
La constitución de la República otorga carácter vinculante a la consulta popular, y en esta hora luce como un evento en el que de pleno derecho, los venezolanos, dentro y fuera del país, podemos votar y decidir nuestro futuro.
He expresado dudas e interrogantes, porque no he entendido, sobre lo que quiso decir Henrique Capriles con eso de aprovechar el ambiente que ha creado el régimen, de elecciones que la mayoría de los venezolanos concibe como fraudulentas, para tener, por ejemplo, la rebelión de las cédulas.
También celebro que por su nombre y apellido lo haya convocado Guaidó. Porque hay que escucharlo, ciertamente. A él, a todos.
No pueden cometerse los mismos errores
Una consulta popular está concebida justamente para que el soberano, nuestro pueblo, donde quiera que se encuentre, decida sobre los más importantes asuntos que conciernen a la vida de la nación, y no es juego, no es exageración, que Venezuela se debate entre la vida y la muerte.
Y digo más: en estos días se deberá tener en cuenta que es obligatorio no cometer, ni de asomo, el error que se cometió con la gran consulta popular del 16 de julio de 2017.
Luego de aquel mandato de nuestro pueblo, no hubo forma, porque no hubo voluntad suficiente, de aplicar esos resultados. Luego, la unidad que convocó aquel evento, terminó exponiéndose como débil, artificiosa. Prevalecieron otros intereses. Y aquí estamos, con más angustias a cuestas.
Hace lo correcto Guaidó en incluir a lo más variado del liderazgo político auténticamente opositor. Y también en programar reuniones con el mayor número de sectores no partidistas que igual vibran por salvar a Venezuela. Es su obligación como Presidente.
Reanimar a los aliados internacionales es urgente
Veo que un nuevo pacto unitario, fuerte e incluyente, que reanime a la comunidad internacional amiga de la libertad, de la democracia, del respeto a los derechos humanos; primero hará que se supere la idea de que la oposición no se pone de acuerdo y, segundo, dará señales claras a los aliados de una nueva ruta de acompañamiento.
Ha propuesto Guaidó 10 días de intensa discusión hasta presentar un solo pacto y una sola hoja de ruta. Y no, no es poco tiempo. Más bien estamos retrasados con esta obligación.
Ahora, Al presidente encargado, cabe exigirle, que esa manifestación de apertura, que crea una gran expectativa, como la de aquel gesto del 5 de enero cuando dijo que se despojaba de disciplina partidista para ejercer el interinato con plena libertad; sea materializada clara, efectiva y urgentemente.
Ojalá que tras celebrar que haya una propuesta de hoja de ruta sobre la mesa, pronto celebremos también que todos hayamos dejado en plano subalterno cualquier otro interés, por llevar adelante el supremo, el de salvar a Venezuela. Dios lo permita. /Con información de CaraotaDigital