El Día de los Muertos, Día de los Fieles Difuntos o Día de las Ánimas, se conmemora cada dos de noviembre, con motivo de honrar a nuestros familiares que han abandonado la vida terrenal.
Instituido por la Iglesia Católica Romana, la celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados pueden alcanzar la Visión Beatífica, gracias a la ayuda que les proporcionemos a través de rezos y eucaristía que se celebre en su memoria.
La fecha del 2 de noviembre como Día de los Muerto o Fieles Difuntos fue instaurada en 980 por San Odilón, abad cluniacense, a fin de conmemorar y elevar oraciones en memoria de las almas de los difuntos.
Rápidamente fue adoptado por los benedictinos, y progresivamente todas las órdenes la asumieron hasta su consagración como una fecha del calendario católico, en el siglo XII.
Oración, limosnas, indulgencias y penitencias que debemos obrar a favor nuestros fieles difuntos es la invitación que hace la Iglesia, así se ayuda a sus almas para alcanzar la purificación y ascensión junto al Señor.
De allí la conocida oración “Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea”.
El Día de los Muertos o fieles Difuntos aún se conservan un halo de recogimientos por parte de los familiares de los difuntos, quienes visitan los cementerios para honrar sobre su tumba aquellos recuerdos que les mantienen en conexión con ellos.
Entre las actividades que realizan están: limpieza de las bóvedas y túmulos mortuorios, encendido de velones, adornar con flores las tumbas, así como llevar regalos especialmente para los niños difuntos.
Incluso algunos llevan comidas y serenatas hasta las tumbas.