La candidata izquierdista de la oposición Xiomara Castro declaró la victoria en las elecciones presidenciales hondureñas del domingo, y los primeros resultados le dieron una ventaja dominante y la encaminaron a convertirse en la primera mujer líder del país centroamericano.
Con el 40% de los votos contados, Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, obtuvo el 53,5%, mientras que Nasry Asfura, candidato del gobernante Partido Nacional, obtuvo el 34%, mostraron los resultados preliminares del consejo electoral nacional.
Castro, de 62 años, estaba compitiendo en un campo de más de una docena de candidatos, y sus partidarios elogiaron un triunfo que pondría fin a una docena de años de gobierno conservador y devolvería a la izquierda al poder por primera vez desde que Zelaya fue derrocado en un golpe de Estado en 2009.
En un breve discurso de victoria, Castro prometió formar un gobierno de “reconciliación” y fortalecer la democracia directa con referendos, una herramienta que el presidente izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador, ha empleado repetidamente.
“No habrá más abuso de poder en este país”, dijo Castro, vestida con una chaqueta roja y flanqueada por el subcampeón presidencial de 2017, el popular presentador de televisión Salvador Nasralla, quien se unió a su lista como candidato a vicepresidente.
Los resultados parecían estar dirigiéndose a un resultado mucho más claro que en las elecciones anteriores, cuando las irregularidades en el recuento de votos provocaron protestas mortales y llevaron al presidente en funciones, Juan Orlando Hernández, a asegurar polémicamente un segundo mandato.
Después de que cerraron las urnas, los funcionarios del Partido Nacional rápidamente reclamaron la victoria después de lo que el consejo electoral describió como una participación histórica. Aún así, el propio Asfura se comprometió anteriormente a honrar el veredicto de los votantes al emitir su voto.
Castro, líder de las encuestas de opinión desde que se vinculó con Nasralla en octubre, buscó unificar la oposición a Hernández, quien ha negado las acusaciones de tener vínculos con pandillas poderosas, a pesar de una investigación abierta en Estados Unidos que lo vincula con un presunto narcotráfico.
“No podemos quedarnos en casa. Este es nuestro momento. Este es el momento de echar a patadas a la dictadura”, dijo Castro justo después de votar en el pueblo de Catacamas, acosado por reporteros.
Instó a los votantes a informar cualquier problema que vieran y dijo que los observadores internacionales ayudarían para garantizar un voto justo.
Asfura, un rico empresario y alcalde de la capital durante dos mandatos, había Intentó en la campaña distanciarse de Hernández y de las polémicas que lo envuelven.
PUNTO DE INFLAMABILIDAD
La elección es el último punto álgido político en Centroamérica, una fuente importante de migrantes con destino a Estados Unidos que huyen del desempleo crónico y la violencia de las pandillas. Honduras se encuentra entre los países más violentos del mundo, aunque las tasas de homicidio se han reducido.
Centroamérica también es un punto de tránsito clave para el narcotráfico, y donde también ha crecido la preocupación por los gobiernos cada vez más autoritarios.
La votación provocó empujones diplomáticos entre Beijing y Washington después de que Castro dijera que abriría relaciones diplomáticas con China, restando importancia a las relaciones con Taiwán respaldado por Estados Unidos.
Algunos votantes expresaron su descontento con sus elecciones. Pero muchos otros tenían claros favoritos.
“Estoy en contra de toda la corrupción, la pobreza y el narcotráfico”, dijo José González, de 27 años, un mecánico que dijo que estaba votando por Castro.