Si en Perú uno le dice a otro «terruco» o «caviar» es probable que este le eche en cara ser un «aprofujimontesinista» y, si ya tiene cierta edad, quizás también «viejo lesbiano», toda una jerga política muy particular que reluce en el fragor de las redes sociales ante las inminentes elecciones.
«Terruco» puede llevarse el premio al más ofensivo, y común, de los apelativos, pues es la abreviatura despectiva de terrorista utilizada por sectores de la derecha para desacreditar a la izquierda y vincularla, muy a menudo de manera arbitraria, indiscriminada y falaz, con el terrorismo de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
De «terruco» surge el verbo «terruquear», aplicado a la acción de relacionar con el terrorismo cualquier idea o comportamiento que pueda ser percibido de radical por los sectores conservadores, muy abundantes en la sociedad peruana.
«No reconozco a Francisco Sagasti como presidente, es un fino ‘terruco’», llegó a decir recientemente el candidato ultraderechista Rafael López Aliaga del mandatario interino, que antes de asumir el cargo formaba parte del centrista y liberal Partido Morado.
«Basta ya de ‘terruquear’ a los que planteamos un cambio», clamó durante la crisis política del pasado noviembre la principal líder de la izquierda peruana, Verónika Mendoza, probablemente la mayor víctima de esta expresión por parte de sus enemigos políticos.
UNA ESPECIE LLAMADA «CAVIAR»
Para alguien derecha en Perú, la izquierda o es «terruca» o es «caviar», un término que viene de la expresión francesa ‘gauche caviar’ (izquierda caviar), que sirve para definir a la izquierda burguesa y acomodada, con lujos que las clases proletarias, no pueden permitirse.
Para el ultraderechista López Aliga, un «caviar» es incluso una especie endémica de Perú, como se ha encargado de repetir una y otra vez en sus entrevistas: «un caviar nace, crece, entra al Estado, cobra 15.000 soles (unos 4.000 dólares) al mes, destroza la empresa privada, se reproduce y muere. Cumplió su ciclo».
«Caviar» también se aplica para aquellos izquierdistas demasiado idealistas y románticos que obvian ciertos aspectos de la realidad social para poner en práctica sus ideas, y el conjunto de ellos también tiene un nombre: la «caviarada».
APRA + FUJIMORI + MONTESINOS
Estos términos son empleados por el «aprofujimontesinismo», la palabra con la que desde la izquierda se define a la «alianza» tácita que durante los últimos años han consolidado el fujimorismo y el Partido Aprista Peruano (PAP) con posturas de derecha muy coincidentes y respaldos políticos mutuos y reiterados.
Tal y como se aplica, busca poner bajo el mismo halo de corrupción que marcó los gobiernos de Alan García (1985-1990 y 2006-2011) y Alberto Fujimori (1990-2000), cuyo «superasesor» Vladimiro Montesinos fue el epítome de la iniquidad y el saqueo masivo desde las esferas más altas de poder.
Desde esa época hay que tener mucho cuidado en Perú con los «psicosociales», una palabra que designa a las ‘fake news’ mucho antes de que se llamasen ‘fake news’, pues alude a historias falsas armadas por el Gobierno, como una virgen que lloraba sangre, para desviar la atención de otros temas más relevantes.
Aquel que está en contra del fujimorismo y del aprismo suele decir con orgullo que es «antiaprofujimontesinista», una corriente que en las pasadas elecciones de 2016 cobró mucha fuerza con multitudinarias manifestaciones contra la candidatura presidencial de Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori.
ENTRE «DINOSAURIOS» Y «VIEJOS LESBIANOS»
Entre su fauna política, Perú también tiene «dinosaurios», un apelativo muy usado por la izquierda para referirse a colectivos con políticos muy veteranos y con ideas ultraconservadoras como la Coordinadora Republicana.
Sin embargo, peor es que te llamen un «viejo lesbiano», dicho de aquellos políticos trasnochados de avanzada edad con ideas más propias de otra época pasada y muy reticentes y críticos con las tendencias y corrientes de cambio vigentes.
Su origen se remonta al famoso meme del dinosaurio con gafas de sol que bailaba una repetitiva canción en la que se repetía hasta la saciedad la frase «auxilio, me desmayo, cállese viejo lesbiano».
El efímero primer ministro Ántero Flores Araoz, que intentó infructuosamente por seis días dirigir el gobierno del presidente interino Manuel Merino (11 noviembre-17 noviembre 2020) es quien mejor define esta expresión para sus usuarios.
TROLES COMO «TIRAPIEDRAS»
Las redes sociales, especialmente Twitter, es donde los más pasionales seguidores de los candidatos a la Presidencia utilizan estos términos de puro cuño peruano y donde reciben también sus respectivos apelativos despectivos.
Ahí, por un lado, están los «moraditos», los acérrimos seguidores del candidato del Partido Morado Julio Guzmán, y por otro los «Verolovers», que defienden a capa y espada a Verónika Mendoza.
También hay algunos «pescaditos», fieles de mesiánico Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap), cuyo símbolo es un pescado, como el del milagro de los peces y los panes.
No obstante, en intensidad ganan con diferencia los «fujitroles» y «porkytroles», toda una legión de cuentas que atacan a ultranza a cualquier detractor de sus respectivos líderes, Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga, también llamado «Porky».
Con hasta dieciocho candidatos en liza, y a menos de un mes de la votación, esta jerga no va a hacer más que intensificarse antes de que se pueda saber qué apelativo se aplicará a quien ocupe la presidencia del país en el período 2021-2026. /Con información de EFE