Desde la llegada del COVID-19 al mundo, distintos territorios trazaron el mismo objetivo: obtener cuanto antes la vacuna para poder volver a lo que era antes la vida diaria.
Es necesario crear inmunidad en la población del planeta, y eso puede suceder de dos maneras: por sucesivos contagios hasta que las dos terceras partes tengan anticuerpos contra el coronavirus -lo cual tendría costos enormes en vidas, además de perjudicar los sistemas de salud y afectar las economías- o encontrar una vacuna segura y efectiva.
Normalmente, el desarrollo de una vacuna dura entre 10 y 15 años; pero dada la crisis global del SARS-CoV-2, se corre actualmente una carrera contra reloj por lograrlo en pocos meses.
Noviembre fue un mes decisivo para las potenciales vacunas contra el COVID-19. Se conocieron los primeros resultados de Pfizer; se ahondaron en datos claves sobre la vacuna de Oxford-Aztrazeneca; Sinopharm demostró que en trabajadores de México la eficacia fue de un 100%; y la vacuna rusa Sputnik V anunció nuevos resultados de su tan esperada Fase III.
La Fase III todavía no terminó y sin una vacuna que permita una inmunidad en las personas, las medidas de higiene siguen siendo el principal método para prevenir el contagio del nuevo coronavirus. Pero, una vez que llegue la vacuna, ¿seguiremos utilizando las mascarillas y respetando la distancia social?
Fue el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden quien advirtió que aún quedan meses para lograr una vacunación extendida e instó a sus compatriotas a seguir usando mascarillas y mantener el distanciamiento social.
Y es que una vacuna segura y eficaz representa el arma más poderosa contra el virus, tanto a nivel individual como de población, pero no será la única. El uso de mascarillas, el lavado de manos y el distanciamiento social deberán continuar durante algún tiempo.
Y si se suma el hallazgo de una potencial vacuna, ya se asoman nuevos problemas relacionados al transporte y almacenamiento de las candidatas contra el COVID-19 que también retrasarían la vacunación en zonas donde no tienen la capacidad de almacenar las ampollas.
En este sentido, una investigación publicada en The New England Journal of Medicine reveló que la mascarilla es uno de los pilares del control de la pandemia del COVID-19, y que el enmascaramiento facial universal puede ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas. Si se confirma esta hipótesis, el enmascaramiento universal podría convertirse en una forma de “variolación”, un procedimiento que se aplicaba antes de la invención de la vacuna que generaría inmunidad y, por lo tanto, retrasará la propagación del virus en la espera de una vacuna.
De acuerdo a Paul Offit, director del Centro para la Educación sobre Vacunas y especialista en enfermedades infecciosas del Hospital de Niños de Filadelfia, en declaraciones a Político, en el 2021 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobará al menos una vacuna -es posible que varias-, cuya producción y distribución demandará meses, por lo cual el ciudadano común no recibirá su dosis (o dos dosis) hasta al mediados o finales de 2021. “Si bien la inoculación generalizada jugará un papel importante para que la vida pueda volver a la normalidad, vacunarse no será la bandera de largada para quitarse la máscara y correr hacia un bar lleno de gente”, ilustró. El fin de la pandemia no será una revolución sino una evolución, en la cual la vacuna será una herramienta poderosa, pero solo una más.
Mientras que Adar Poonawalla, director ejecutivo del Serum Institute of India, explicó al Financial Times que las compañías farmacéuticas no estaban aumentando la capacidad de producción con la rapidez suficiente para vacunar a la población mundial en menos tiempo. “Pasarán de cuatro a cinco años hasta que todos reciban la vacuna en este planeta”, aseguró Poonawalla, quien estimó que si la inyección de COVID-19 es una vacuna de dos dosis, como el sarampión o el rotavirus, el mundo necesitará 15 mil millones de dosis. “Sé que el mundo quiere ser optimista al respecto, pero no he oído de nadie que se acerque ni siquiera a ese nivel en este momento”, dijo.
Aunque el momento de alivio parece ubicarse en algún punto de 2021, dependerá de factores que se desconocen, como cuánta gente continuará utilizando barbijos y respetando la distancia social o cuándo estarán disponibles para toda la población las pruebas rápidas de COVID-19. Mucho dependerá también de la efectividad de las vacunas, la cantidad de personas que se podrían negar a recibirla y la cantidad que evitaría u olvidaría la segunda dosis en caso de que fuera necesaria.
En un escenario cambiante, la pandemia reflejó que por el momento la única herramienta para combatir el COVID-19 son las mascarillas, la distancia social y la constante higiene de manos. Incluso cuando se comience a distribuir en las poblaciones la vacuna, todo parece indicar que será de manera lenta, por lo que son estas acciones las que seguirán evitando la propagación del virus hasta lograr una inmunidad global producto de la vacuna.
“No habrá vacuna para todos hasta 2024”, dijo el director del mayor laboratorio productor del mundo. /Con información de Infobae