Estados Unidos, la gran potencia mundial, comenzará a definir este martes su futuro, en el final de un largo proceso electoral que propone una opción muy clara: o es Donald Trump o es Joe Biden. Y los dos no podrían ser más diferentes.
La elección que determinará si el republicano Trump suma otros cuatro años en la Casa Blanca o Biden recupera el gobierno para el Partido Demócrata despertó un entusiasmo ciudadano con escasos precedentes: 99.521.972 estadounidenses apelaron al voto por correo o al sufragio presencial adelantado, una cifra inédita en un país en el que sufragar no es obligatorio. Los medios locales estiman que este martes se sumarán 50 o 60 millones de votos más. Hace cuatro años, cuando Trump derrotó a Hillary Clinton en el Colegio Electoral, el total de votantes fue de 139 millones.
“¡Se trata de votar por la verdad o la mentira!”, dijo Biden en uno de los actos finales de cierre en Pensilvania. “¡Se trata de no darle el poder a todos estos políticos corruptos de Washington!”, lanzó Trump en Wisconsin, en la penúltima escala de un día extenuante en el que hizo cinco actos en cuatro Estados diferentes.
Mientras Biden, que presume de sus orígenes humildes, sumaba a Lady Gaga en el día final y el multimillonario Trump bailaba YMCA de Village People en una noche helada en el norte de Estados Unidos, los medios se posicionaban y marcaban el contraste entre los candidatos más veteranos en disputar una elección presidencial. Trump tiene 74 años, y Biden tendrá 78 si el 20 de enero se instala en la Casa Blanca. La campaña, que pone en juego también la mayoría republicana en el Senado y la demócrata en la Cámara de Representantes, fue áspera hasta el último instante.
“O libertad o encierro. Una victoria más y podremos preservar este país”, sintetizaba en Fox News Laura Ingraham, una de las periodistas conservadoras más populares. “Me temo que vamos a la primera transferencia de poderes fallida en nuestra historia. Hace 20 años Al Gore decidió recibir una bala por el bien del país. Trump le va a meter la bala al país”, aseguró Thomas Friedman, columnista del “New York Times”, durante una entrevista en CNN.
Ya en los primeros minutos de la madrugada del martes, Trump cerraba la campaña en Grand Rapids, Michigan. Más allá de atacar a Biden, apuntó también a “Barack Hussein Obama” y a la “mentirosa” Hillary Clinton. A Trump, que divide profundamente a los ciudadanos de su país y al resto del mundo, no se le puede negar la fuerza que le puso a la campaña, una fuerza que le generó dividendos: llegó al día de la elección cambiando la idea de una amplia ventaja de Biden e instalando la de una carrera cabeza a cabeza.
Con la pandemia del coronavirus tomando renovada fuerza, la división entre los estadounidenses es profunda. Tanto, que los paneles de madera cambiaron el paisaje de las principales ciudades del país. El temor a brotes de violencia en la noche de este martes y en los días posteriores es fuerte. En prevención, comercios, restaurantes, bares, oficinas y hoteles protegieron sus puertas y ventanas con los paneles de madera prensada. En la noche del lunes, la Casa Blanca fue rodeada completamente por una elevada valla inviolable.
El día de las elecciones llega tras dos meses frenéticos en los que sucedió de todo. Se celebraron tres debates -dos presidenciales y uno vicepresidencial- y Trump se contagió de covid y se recuperó a toda velocidad tras recibir un tratamiento experimental. Se abrió además una vacante en la Corte Suprema ante la muerte de la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg. que Trump logró cubrir velozmente con Amy Coney Barret, una jueza conservadora.
Fue la Corte Suprema la que definió aquella elección de hace 20 años entre Bush y Gore. Con Barret, Trump logra una teórica mayoría conservadora de 6-3 en ese tribunal. Esa ventaja podría jugar a su favor si la elección se judicializa.
Y hubo más en estos dos últimos meses: el “New York Times” publicó una investigación que revela que Trump prácticamente no pagó impuestos en los últimos años, el presidente logró que Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y Sudán firmaran la paz con Israel.
Ninguno de estos temas demostró tener un gran impacto en las encuestas, que hace cuatro años no detectaron el fenómeno Trump en toda su dimensión. Clinton tuvo tres millones de votos más, pero perdió en el Colegio Electoral, que es donde realmente se decide la presidencia de los Estados Unidos: 538 hombres y mujeres que, con el 14 de diciembre como fecha límite, decidirán el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Y esos electores se determinan en función de la representación legislativa de cada Estado: California aporta 55, Texas 38, Florida 29, Pensilvania 20 y Wyoming 3. Salvo en Nebraska y Maine, el que gana el Estado se lleva todos los representantes para el Colegio Electoral. Ni Biden ni Trump hicieron campaña en California, profundamente demócrata, o Alabama, netamente republicana. Así, los candidatos insisten en aquellos Estados en los que verdaderamente hay pelea. En 2020, eso significa la región de los Grandes Lagos, en el norte, y Florida, Georgia, Texas y Carolina del Norte, en el Sur.
Biden tiene ventaja en las encuestas, aunque esa ventaja se ha ido estrechando respecto de hace unas semanas y oscila entre los seis y los ocho puntos. Pero lo que importa no es el voto nacional general, sino asegurarse los Estados clave. Y en ese Medio Oeste, en ese “cinturón de óxido” golpeado, Biden tiene ventajas insuficientes. Podría ganar el. O podría ganar Trump. Lo mismo en Florida, Georgia o Texas, donde un demócrata no triunfa desde 1976.
Aunque supera a Trump, Biden no parece tener el mismo apoyo que Clinton cuatro años atrás entre hispanos y afroamericanos, pese a la convulsión generada a partir de la muerte de George Floyd y el resurgimiento del movimiento Black Lives Matter este verano (boreal). El demócrata, en cambio, está muy bien posicionado entre los jóvenes y los mayores de 65 años, mayoritariamente críticos con la postura de Trump en la crisis del coronavirus, que costó ya más de 230.000 vidas en el país.
Nate Silver, del reconocido sitio “FiveThirtyEight”, le da a Biden un 90 por ciento de posibilidades de ganar contra solo un diez de Trump. “Pero diez no es que sea nada. Diez es diez”, señala Silver, que además se permitió bromear con la posibilidad de un empate 269 a 269 en el Colegio Electoral. “No olviden que estamos en 2020”, argumentó.
Trump ha insistido en que no confía en el sistema de voto por correo, especialmente utilizado este año en medio de la pandemia del coronavirus. El presidente sostiene que es permeable al fraude, cosa que las autoridades electorales y los demócratas niegan. El lunes por la noche, tras quejarse de la posibilidad de seguir recibiendo y contando votos por correo en Pensilvania días después de las elecciones, lanzó un tweet que generó desconcierto y polémica.
“La decisión de la Corte Suprema de votar en Pensilvania es muy peligrosa. Permitirá el engaño desenfrenado y sin control y socavará todo nuestro sistema de leyes. También inducirá a la violencia en las calles. ¡Algo debe hacerse!”.
Cuando Trump dice que se siguen recibiendo votos después de las elecciones se refiere a votos por correo que tiene un sello con fecha no más allá del 3 de noviembre. Y ese voto anticipado genera situaciones diferentes según sea el Estado que se observe.
Así, en Florida, Estado clave en la elección, la ley permite que el voto por correo sea escrutado antes del día de la elección. Es diferente en Pensilvania, donde el voto por correo recién sería recontado el miércoles, una vez que se haya escrutado el voto presencial. Esas diferentes regulaciones pueden ofrecer entre el martes y el miércoles una visión distorsionada del resultado de las elecciones, en especial si el panorama general es de una carrera pareja entre Trump y Biden.
Casi la mitad de los Estados van a aceptar votos que lleguen por correo días después del 3 de noviembre si el sello postal indica que fueron enviados hasta ese mismo día o antes. Y cerca de 30 Estados, según destacó el “Washington Post”, “permiten a los votantes corregir errores que de otra manera llevaría a que sus votos fueran anulados”. Hay Estados que permiten esa corrección días después de las elecciones, lo que contribuye a demorar el resultado final.
“Los resultados en la noche del martes pueden ser engañosos. Pueden pasar días, o incluso semanas, antes de que sepamos quién ganó Pensilvania. Si la elección es pareja, esto puede aplicarse a otros Estados, teniendo en cuenta el número de estadounidenses que votó por correo este año”, destacó la web Axios. El voto anticipado tiende a ser mayoritariamente demócrata, en tanto que el presencial es más republicano.
Kathy Boockvar, secretaria de Estado de Pensilvania, admitió el fin de semana en la NBC que el voto por correo multiplica por diez al de la elección de 2016. “Sí, el recuento va a llevarnos más tiempo”.
En previsión de esto, los medios estadounidenses serán especialmente precavidos este año. Parte de las prevenciones pasan por distinguir entre “voto anticipado” y “voto presencial” a la hora de informar sobre resultados parciales. Cada dato, cada información puede ser material inflamable. Es por eso también que “FiveThirtyEight” decidió no hacer encuestas con el sistema de “boca de urna” este martes. “Los cambios derivados de la pandemia las convierten en menos confiables este año”.
El comportamiento de las redes sociales estará también en la mira en una noche de alta sensibilidad no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. No hay país que no se vea afectado por el resultado de esta elección, tan grande es la influencia de una potencia que tiene 800 bases militares repartidas en 80 países. Este martes, con el comienzo del fin de un proceso electoral sin precedentes, Estados Unidos decidirá, entre otras cosas, que mensaje le da al resto del planeta. /Con información de Infobae