Familiares de los presos políticos en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) denunciaron la activación de una campaña publicitaria para «lavarle la cara» a la institución ante las graves denuncias de tortura registradas por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
“Sentí asco y ganas de vomitar al leer ese escrito”, es la primera expresión de la esposa de uno de los militares detenidos y torturados en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), ante una publicación desplegada ayer en un periódico del Gobierno, suscrita por el periodista Eligio Rojas, donde describe, como un mundo de fantasía, las instalaciones donde están los presos. Al estilo del alemán Paul Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, se pretende encubrir el sitio de terror, tortura y muerte que son los sótanos de la Dgcim.
No sabemos si los jueces, fiscales, defensores públicos y funcionarios de la Defensoría del Pueblo, preguntaron en qué sitio torturaron y asesinaron al capitán de corbeta Rafel Acosta Arévalo, quien murió en el Tribunal del juez militar capitán (GNB) Mickel Angarita Amezquita Pion. Tal vez nadie les dijo dónde estuvo, hasta que murió, de mengua y sin atención médica el ex presidente de Citgo y Ministro de Petróleo, Nelson Martínez, según narró su esposa.
Hace unos días al general Miguel Rodríguez Torres, le permitieron, por primera vez en siete meses, recibir visita de sus padres y sus hijas. Durante todo el proceso fue grabado, como también lo fue la consulta con los médicos que llegaron el día anterior a su sitio de reclusión para examinarlo.
No fue casual la misa del pasado domingo, cuando por primera vez permitieron a los detenidos participar en una misa, lo cual emocionó a muchos de ellos; por supuesto los esbirros grabaron minuciosamente todo lo ocurrido en la misa.
Aislado dos meses
La doctora Yocelyn Mercedes Carrizales Galiano de Marín, esposa del comandante Igbert Marín Chaparro, responde indignada, “comenzando que mi esposo me dijo ayer cuando llamó ‘nos estamos muriendo del calor, nos estamos asando desde el viernes, estamos como pollo rostizado’, En mi Twitter (@YoceCG) está registrado el tiempo en que Igber estuvo aislado, sin salir de la celda, con puerta cerrada. Es más, le permitían la comida una vez cada tres días eran los custodios quienes lo ayudaban”.
“¿Eso de los ejercicios? En más de dos años ahí, Igber siempre ha tenido que hacer ejercicios en la celda, porque no lo sacaban. Y los están sacando es desde hace como un mes”.
“En la parte atrás de planta baja hay un mini patio, que es pequeño, pero es donde pueden correr algo después de muchas vueltas, No hay ninguna cancha, como pintan ahí en ese artículo”.
Asegura la señora de Marín que “este año ha sido una tortura para todos en la DGCIM, primero para que les dejaran pasar agua, después comida, medicinas. En mi caso era peor, porque estuvo aislado dos meses, sin una llamada telefónica. Después una lucha para que no le robaran la comida y ahora para poder verlo”.
“Porque además de estar injustamente presos, nos prohíben verlos, por lo que sufren ellos, los hijos, sufren las madres y nosotras. Eso no es humano. No tienen visitas de abogados, que siempre se hicieron a través de un vidrio, pero sí ingresan otras personas, incluso contagiadas. No hay excusa para no permitir las visitas”, asevera Carrizales de Marín.
¿Pizza? Falso, falso
María Gabriela de Mejía, esposa del coronel Johnny Rafael Mejías Laya, reaccionó molesta a la historia derivada de la “visita”. El caso de su esposo recorrió el mundo cuando un video en la OEA lo mostró vendado, esposado, sentado en el piso, en violación de sus derechos humanos.
“Mi esposo me dijo ayer que lo llevaron al Hospital Militar, le colocaron el estetoscopio para escuchar el corazón, le dieron unos golpecitos en los pulmones y con eso le dijeron que no tenía Covid. A él le dio Covid y se vio muy mal; gracias a Dios recibió todo el tratamiento que yo le mandé, antibiótico, dexametasona y todo se lo dieron”, relata la joven mujer.
“Él está allí con una bola inmensa en la espalda, pero no sabemos a qué se debe; me la paso orando para que no sea un cáncer. El abogado presentó un escrito para que lo trasladaran al hospital, pero nada”.
«Me dijo que se están muriendo de ahogo, porque se dañó el aire y en ese sótano no hay ventilación. Les dan comida, pero muy poquita, tipo bebé, por eso él pide siempre pan, avena, cereal y fororo para poder completar esa comida. Solo aceptan alimentos no perecederos. “¿Pizza? Falso, falso. A veces hemos durado hasta cinco horas esperando para que nos reciban la comida”.
Explica que en las últimas semanas ha habido cierto cambio, han flexibilizado las normas y ya no le roban la comida. “Me dice que ahora sí le está llegando bien. Ahí no hay parque. No es cierto que salen a los patios. ¿Dónde es eso? Ahí pasan semanas que no salen al sol; ahora les han permitido hacerlo con mayor regularidad. Lo mismo de bañarse una vez por semana”.
Reconoce que las llamadas telefónicas se han regularizado ahora: “Está llamando dos veces por semana, sí he recibido sus cartas y él recibe las mías. Incluso me pidió fotos también, porque ahí no les habían permitido tenerlas. Un mes entero sin llamar, luego permitieron cada 15 días y desde hace un mes, dos veces a la semana, desde que la ONU iba a entrar: las llamadas son grabadas y duran 3 minutos exactos”.
“No hay visitas desde marzo. Y nuestras hijas sufriendo porque tienen tanto tiempo sin ver a su papá”, finaliza diciendo la señora Mejías.
La historia fabulada
Dice la publicación, que busca disfrazar la vergonzosa cara de la Dgcim, que la visita fue guiada por “Carlos Terán, directivo de la institución”, que en realidad es el general del Ejército Carlos Enrique Terán Hurtado, Director de Investigaciones de la DGCIM.
Se indica que el recorrido “era destinado a jueces, defensores públicos, fiscales del Ministerio Público y funcionarios de la Defensoría del Pueblo”, sin identificar a ninguno. Habla de la existencia de “patios” donde “siempre hay un privado de libertad trotando, tomando sol, jugando básquetbol o conversando”.
Terán Hurtado los llevó por los diversos pisos, “con computadoras, pantallas y papeles pegados a las paredes. ‘Este es el cerebro de todo’, señaló Terán aludiendo a la Dirección conformada por 50 analistas”. Esos son sitios a los que no tienen acceso ninguno de los detenidos, porque para ellos están los sótanos inmundos, aunque recientemente se hayan esperado en echarle unas manos de pintura.
Resulta risible la descripción de la Dirección de Asuntos Especiales (DAE) “cuyas paredes están adornadas con figuras de escudos del rey espartano, aquel que con pocos soldados derrotó al enemigo. ‘Esta Dirección se encarga de capturas emblemáticas’, comentó su director Alexander Granko”. Es el sitio donde se idean las más oscuras maniobras como fue la masacre del Junquito que llevó al asesinato del piloto Oscar Pérez.
Hasta un toque social tiene la nota de propaganda. “La visita tiene una interrupción para un refrigerio de café, agua, tortas y galletas”.
Pero sin duda que uno de los hechos más aberrantes es mencionar lo del video: “Hay una escena donde el general Héctor Armando Hernández Da Costa, uno de los procesados por el magnicidio frustrado del 4 de agosto de 2018, se le ve con un balón en la mano jugando con otros militares de alto rango. Da Costa sonríe al encestar el balón de basquetbol frente a sus compañeros de juego”.
Habla de la naturalidad de la misa y un culto evangélico. “Ambas ceremonias transcurren en la llamada pecera”, dice refiriéndose al lugar de visitas de familiares y abogados, que desde marzo no tienen. “El video muestra momentos de cuando familiares traen comidas a los reclusos los lunes y jueves” y lo que pudiera ser un tono de burla, el general Terán Hurtado dice: “Si uno de ellos quiere pizza hecha en horno de leña, puede decirle a su familiar”.
Hacen referencia a que hay 109 privados de libertad en el Dgcim: 96 hombres y 13 mujeres; 68 civiles y 41 militares distribuidos en cinco espacios, que hasta nombre les pusieron, por lo menos no obviaron La Casa de los Sueños.
Y a la cárcel de máxima seguridad donde está recluido el MG (Ej) Miguel Rodríguez Torres lo llaman “La Venezuela de Antier”.
“La visita concluyó en los sótanos del Dgcim donde funciona una embotelladora de agua extraída de un pozo perforado”. Se menciona hasta con cierta ternura que el encargado repartió botellitas de agua a los invitados en envases con el logo del Dgcim.
Asegura el artículo que en la Dgcim hay una farmacia, tres ambulancias, dos consultorios de odontología y uno de medicina general donde tienen una máquina para detectar el covid-19.
Y tal como lo informamos los delegados de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos, Michel Bachelet, visitaron las instalaciones de la Dgcim.
Nunca vimos el sol
El 13 de julio la DGCIM detiene al director del portal de noticias PuntoDeCorte, con la excusa de un mensaje en su cuenta de Twitter. Permaneció 45 días, hasta que lo incluyeron en la lista de los “indultos” y salió en libertad. “En esos 45 días no vi patio, nunca vi luz del sol y estuve en el sector C. La única vez que salí del sector fue para hacerme una prueba de Covid de la cual nunca recibí el resultado”.
“Después de que yo salí de la DGCIM, y por la visita de la Comisión de Bachelet, se han tomado algunas medidas, que incluyen salir con más frecuencia al patio, hacer ejercicio. Incluso le están permitiendo a los detenidos, a los secuestrados, envíen cartas a sus familiares. Eso antes estaba prohibido y las cartas que algunos familiares se atrevían a enviar, eran censuradas previamente y algunas nunca las entregaban”.
“Esos nombres de los sectores, por lo menos hasta hace un mes, no existían, a excepto de la Casa de los Sueños; será para mostrárselas a la ONU. No hablan del lugar de castigo El Tigrito, o de la celda 4 de castigo del sector C. Esos sitios de esparcimiento y recreación no existen”.
Hasta el momento en que estuvo en la DGCIM, el 1 de septiembre, Evans asegura: “Es mentira que hubiese presencia de sacerdotes católicos o pastores cristianos. Los reos sí hacen rezos, como acciones particulares; a las 3 de la tarde, en los sótanos que comparten los sectores A, B, C, D y E, incluyendo El Submarino, se hace una oración y, desde hace unos dos meses, a las 8 de la noche, una misa entre rejas”.
Reconoce que “ahora reciben los alimentos en la parte arriba de la DGCIM y no en el centro comercial Boleíta. Lo que sé es que ahora los están sacando más al patio, que hacen más ejercicios, pero eso nunca ocurrió hasta que salí hace un mes, nunca conocí el patio, nunca vi a un pastor ni a un cura, no podía enviar correspondencia ni recibirla. Nunca vi el recorrido de ningún fiscal o juez. Después de mi salida sí ha ido, dos veces, la comisión de Bachelet”.
Hace una reflexión: “Lo primero que te quitan al entrar son los cordones de los zapatos. ¿Ahora se los están permitiendo? Porque los necesitarían para jugar. ¿Cuántas veces va a entrar la ONU? Porque delante de los jueces y fiscales estaba pasando todo e ignoraban las denuncias que se hacían. Porque los detenidos llegaban heridos, con moretones, o como en el caso de Acosta Arévalo, muerto”.
Agrega Evans que “el problema no es que haya mejoras ahora, sino que sean reales y se mantengan, porque hasta hace poco eso no existía. Lo otro extraño son los números, que no cuadran, si en la Casa de Los Sueños entran 48, en el sector C 45 o 46 más, en el sector A había unas 18 mujeres, en el sector B unas 15, en el D que es el submarino unas 25 y en el E unas 10 o 15”.
“Yo tuve que dormir en La Pecera, en el piso, sin colchoneta. Y ahora dicen que es para la misa. No tengo ni idea dónde está ese maravilloso parque del que habla el artículo, debe ser uno de esos de bolsillo. A los detenidos en mi sector nunca nos sacaron al sol. Sí sacaron a los de otro sector, pero entiendo que era un espacio abierto que da hacia atrás donde está la redoma”, finaliza diciendo Nicmer Evans. /Con información de Infobae