El azúcar y el ron, los habanos y el níquel dejaron de ser los commodities que se traducían en dólares para Cuba. También el turismo, aquel maná que supo llover para el gobierno castrista y su generalato, dejó de serlo a partir de que la administración Trump bajó la ventanilla de cobranza restringiendo las visitas e inversiones de ciudadanos estadounidenses.
Hoy, el ingreso de billetes verdes proviene de otra caja. Es que la isla está recibiendo sus remesas más contundentes desde otro rubro de servicios, el de la salud. Y lo hace a través de la intermediación de una única compañía “madre”: Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos S.A. (CSMC).
Manejada por el Estado, la Comercializadora CSMC se encarga de tradear o tercerizar la exportación de servicios de salud cubanos a otros países. Ofrece también esta holding de asuntos médicos una gama más sofisticada de prestaciones en la isla (tratamientos estéticos, reparadores, psiquiátricos y de recuperación de adicciones, entre otros). Bajo su égida también está BioCubaFarma, que produce y distribuye más de 1000 productos de laboratorio. Una misión de esta firma farmacéutica estuvo en marzo pasado por Argentina, presentando ante la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) y la ANLAP (Agencia Nacional de Laboratorios Públicos), medicamentos paliativos para los síntomas del COVID-19.
Humanitarios
“La división de salud para el mercado externo” -dice la página web de la Comercializadora CSMC-, “permite dar respuesta a las solicitudes que puedan presentar países y organizaciones mundiales”. Pero para que esta oferta de servicios sanitarios no quede anquilosada en un lexicon de “mercado” y “business” capitalista, el régimen se ha encargado de ajustar el marketing a lo políticamente correcto, llamando “misiones humanitarias” a sus brigadas de salud.
Es, en realidad, el etiquetado que se usó a principios de los 60, cuando la Cuba de Fidel Castro y del Che Guevara (médico al fin) envió misiones humanitarias, primero a Chile, desvastada por un terremoto y, años más tarde, ya con un agregado de intencionalidad política, a Argelia (en esa misión se desempeñó la ex favorita del castrismo y ahora ferviente disidente radicada en Argentina, la doctora Hilda Molina).
¿Cuba, la altruista? “No hay que dejarse engañar con esto de la solidaridad internacional y las proclamas de humanitarismos de las misiones cubanas”, dice María Werlau, directora ejecutiva de Archivo Cuba, una organización fundada en Washington y con sede actual en Miami, que desde hace 10 años viene investigando el tema de las brigadas cubanas. “Lo de los médicos es un gran negocio para Cuba”, señala a esta periodista.
“Cuba se ha convertido en una gran fábrica, una fábrica de médicos”, resume Werlau, para luego aclarar que “no estoy desmereciendo con esto a los médicos y a los enfermeros y auxiliares de salud que Cuba envía en misiones humanitarias o en brigadas de emergencia, sino que es el sistema, por el que el régimen y la CSMC como intermediaria perciben los sueldos y se quedan con al menos el 80% de ese dinero. Y es ese mismo estado el que, con interés pecuniario, ofrece y valida títulos (de médicos) y luego los exporta bajo estándares no homologados internacionalmente”.
Contratos
¿Cómo se arman esos contratos para enviar las brigadas de emergencia/misiones humanitarias? “En general”, explica María Werlau, “se hacen acuerdos trilaterales en los que intervienen desde ONGs hasta estados democráticos como Francia, Noruega Australia, Alemania o Japón y en cuya financiación participan organizaciones dentro del sistema de Naciones Unidas, como son la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS)”.
Esta última, la OPS, quedó envuelta en un escándalo luego de intermediar con Cuba en 2013 para traer el programa Mais Medicos durante la presidencia de Dilma Rousseff. A lo largo de los 5 años que duró esa misión, en la que intervinieron 11.400 médicos cubanos, Brasil pagó a la OPS un estimado de USD 1500 millones, de los que Cuba percibió USD 1300 millones y los médicos 125 millones. La OPS se habría quedado con USD 75 millones, importante tajada. Pero la piedra mayor de todo ese zafarrancho habría estado en que los médicos llevados a Brasil hicieron su tarea en condiciones de trabajo forzado y explotación, violando leyes internacionales y convenios con la OIT.
En 2017, el último año con estadísticas publicadas, Cuba registró ingresos por exportación de servicios médicos del orden de los USD 7.900 millones. La cifra estuvo 2.000 millones por debajo del bienio 2012-2014, cuando se llegó al pico de misiones enviadas a Venezuela. Para comprender la magnitud de lo que representa esta cifra, recalca el informe de Archivo Cuba, el ingreso por servicios de exportación médicos representa tres veces más que lo que aporta el turismo. Esto es, en definitiva, la dimensión de “la fábrica de médicos” a la que se refería María Werlau.
Salarios en dólares
En cuanto a los salarios, Archivo Cuba consigna que éstos difieren según cuál sea el país al que se le prestan esos servicios médicos. Un médico cubano puede llegar a percibir USD 3000 en Namibia y USD 5000 en Angola, mientras que un cirujano plástico proveniente de la isla de los Castro puede facturar USD 25.000 mensuales en Arabia Saudita. Los servicios son pagados por el país huésped con fondos públicos aunque en países en situación de catástrofe como Haití, Mali o Africa Occidental durante la epidemia del ébola en 2014, se cobró a través de ONGs y organizaciones como la OMS y la OPS. Generalmente el Estado cubano se queda con la casi totalidad del salario que percibirían los médicos (entre 80 y 95%).
¿Podemos estimar cuánto le saldría a la Argentina la importación de los “médicos cubanos”? “Eso dependerá del acuerdo y tipo de compromiso entre el gobierno de La Habana y el de Buenos Aires, pero lo que es seguro es que Cuba no regala nada”, es la respuesta desde Archivo Cuba. Lo que sí se sabe es que los gastos del vuelo de Cubana de Aviación que traerá a los médicos hasta la Argentina, correrá por cuenta de la Casa Rosada.
En Argentina hay 4 médicos cada 1000 habitantes. Es una cifra nada despreciable y muy por encima de la media del continente. En cambio Cuba, seguramente gracias a un entusiasmo contable desde la fábrica de médicos, consigna tener 8 médicos cada 1000 habitantes, cifra que según el investigador Héctor Schamis es desproporcionada porque se contabilizan en ella enfermeros, camilleros y técnicos. Además de los médicos.
El gobierno cubano afirma que en casi seis décadas de “trabajo altruista y solidario” envió a más de 400.000 trabajadores de la salud cubanos a 164 países como parte de los llamados acuerdos de “cooperación”. Los trabajadores fueron exportados como una commodity por la Comercializadora CSMC luego de firmar contratos por dos o tres años con gobiernos o corporaciones. Estas misiones médicas generalmente brindan servicios de salud gratuitos a poblaciones de bajos recursos y con escasez de médicos, o en las que los galenos locales no están dispuestos a trabajar o vivir.
También se da que países anfitriones busquen reemplazar a los profesionales de la salud locales por cubanos para poner una punta de lanza en las agendas políticas. O para simplemente brindar apoyo financiero a Cuba.
Peligro
“Tómense esto en serio: esta gente es peligrosa” previenen desde la ONG Archivo Cuba. “Van a tratar de hacer lo mismo que hicieron en Brasil durante el gobierno de Dilma: ante el anuncio de que vendrían médicos cubanos, la prensa y la oposición protestaron. Y pareció que el Planalto desistía de traerlos. Pero a los pocos meses llegaron los primeros ‘médicos’ cubanos y luego otros y luego más. Se quedaron cinco años. Argentina tiene que mover ya, antes de que sea tarde, una acción legal y frenar este avance de Cuba tanto en la Justicia como en el Congreso”, concluye.
En línea parecida, desde Washington un oficial destinado a un grupo de países del Hemisferio Occidental en el departamento de Estado me comenta, alarmado, que se utilizan las brigadas médicas cubanas para infiltrar elementos de espionaje. “Todos los médicos están obligados a llevar una planilla que deben completar con información diaria. Algunos son realmente profesionales de la salud; otros ya vienen entrenados por el G2 (el temible servicio secreto de la isla), y están aptos y dispuestos a promover contención o inducir al caos”.
Entonces, ¿ finalmente vienen los cubanos? Ginés González García, titular del Ministerio de Salud, de la Nación, junto a sus pares de la Capital Federal; Fernan Quirós, y de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollan, se refirieron, y cada uno por separado, a la llegada de los médicos cubanos como un fait accompli. Gollan hasta desafió a la Confederación Médica Argentina, que había elevado un reclamo por la llegada de los cubanos, a que “nos firmen públicamente que se hacen responsables de que van a sobrar, de que van a alcanzar los médicos argentinos”.
Por último, una estadística oficiosa confeccionada en Estados Unidos da cuenta de cómo está hoy el ranking para el commodity de “médicos cubanos” exportados en misiones humanitarias a raiz del coronavirus. A primera vista salta que la gran mayoría de los países del Caribe -y sobre todo los insulares- recibieron una buena cuota humanitaria de cubanos. Son, claro, los que al momento de votar en los organismos multilaterales terminan acompañando a Cuba o a la línea “progresista” de la región.
Es notorio que ni Chile, ni Perú, ni Ecuador, ni Brasil, ni Uruguay, ni Colombia, ni Paraguay, ni Bolivia hayan recibido hasta ahora “médicos cubanos”. Los actuales gobiernos de estos países no están precisamente alineados en lo político con Cuba.
Mientras que Venezuela ya le dio la bienvenida a 137 enviados de La Habana, México recibiría 10 “médicos cubanos”. En cuanto a Argentina, con los 202 que parece van a venir, no sólo queda en pole position en la región sino que queda flotando en el aire la pregunta de si acaso no será nuestro país la cabeza de playa para la nueva oleada de “misiones cubanas”. La oleada que reemplazará a los 20.000 profesionales de la salud cubanos que en su momento se radicaron en Venezuela, o los 11.400 que llegaron a recalar en Brasil. /Infobae