Venezuela se ha vuelto el elefante en la sala del bloque de países emergentes que se reunirá este 13 y 14 de noviembre en Brasilia. El anfitrión del encuentro es el único que reconoció a Juan Guaidó, mientras que Rusia, China, India y Sudáfrica aún mantienen un polémico entramado de negocios con el chavismo
La crisis en Bolivia ya genera cortocircuitos entre los líderes de los BRICS. El anfitrión Jair Bolsonaro calificó como “un gran día” la renuncia de Evo Morales mientras su invitado Vladimir Putin llamó “golpe orquestado” a los sucesos bolivianos. Pero esta diferencia es la más reciente, hay una muy profunda que es preexistente al destino de Evo Morales: La Venezuela de Maduro. De los cinco miembros del bloque, cuatro sostienen al económicamente al régimen de Maduro, tienen negocios con el chavismo y lo respaldan públicamente.
“No es un secreto para nadie que las posiciones frente a lo que ocurre en Venezuela varían en el universo de los BRICS”, dijo el secretario de Comercio Exterior y Asuntos Económicos de la Cancillería brasileña, Norberto Moretti, días antes de la cumbre de los BRICS. La honestidad brutal del funcionario desnudó la intimidad de la cita, donde nadie parece dispuesto a escaparle a los temas sensibles.
Es que no es una novedad. Jair Bolsonaro es uno de los líderes internacionales junto a Donald Trump que defiende la “legitimidad” del jefe de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, como único representante democrático de Venezuela. Ha denunciado la crueldad del régimen de Maduro en todos los organismos internacionales y su rechazo al chavismo es tópico recurrente de su discurso.
Pero esta vez, lejos del cobijo del Grupo de Lima o de los EEUU, Bolsonaro oficiará de dueño de casa de una cumbre donde todos los demás piensan muy distinto a él. No sólo no reconocen a Juan Guaidó, sino que además respaldan explícitamente a Nicolás Maduro. Rusia y China son los principales aliados del régimen y su único sostén económico, mientras que India y Sudáfrica no tienen ningún problema en seguir haciendo negocios con el chavismo.
Según Moretti, Brasil buscará convencer a Rusia, China, India y Sudáfrica de abandonar a Nicolás Maduro. Bolsonaro quiere que sus homólogos reconozcan a Guaidó, como líder legítimo de Venezuela. Sin embargo, los intentos anteriores de presionar a sus aliados BRICS para que cambien su postura sobre Venezuela han fracasado.
“Sin ninguna arrogancia, creemos firmemente que la evaluación que Brasil ha realizado sobre Venezuela debe ser escuchada cuidadosamente por países que no son testigos o experimentan directamente lo que está sucediendo en Venezuela”, afirmó el alto funcionario Brasileño.
Amistades peligrosas
Rusia es uno de los mayores aliados de Nicolás Maduro, a quien respalda de manera pública ante el abrumador apoyo internacional a Guaidó. El régimen chavista suele referirse a Rusia, que lo provee de armamento, tecnología y otros recursos, como un “aliado estratégico” de su política multilateral.
Si bien la relación Moscú-Caracas data de la era Chávez, en diciembre pasado Maduro acordó con Putin que activarían “mesas de trabajo combinadas” para elevar la capacidad de defensa del país sudamericano ante “posibles ataques” armados. Así, las fuerzas armadas de Venezuela cuentan con cazas, helicópteros artillados, tanques, vehículos blindados, misiles, bombas, cañones y armas rusas. Además, poseen sistemas antibalísticos y defensas antiaéreas provenientes del gigante euroasiático.
Y desde diciembre pasado, además, una escuadrilla de aviones militares rusos, entre ellos, dos bombarderos estratégicos Tu-160, capaces de transportar armas nucleares, participaron de ejercicios militares conjuntos que Venezuela denominó “vuelos operativos combinados”.
Acorralado por las dramáticas pruebas – por ejemplo, las más de 6000 ejecuciones extrajudiciales probadas por la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet-, Maduro no suele abandonar tierras venezolanas. Tiene dos razones de peso que lo atan a Caracas: el temor a la traición dentro de sus propias filas y el escaso número de líderes dispuestos a recibirlo. Putin es, con el cubano Miguel Díaz Canel, uno de los pocos, y por eso Maduro viajó a Moscú en septiembre pasado. Allí, el ruso no tuvo ningún prurito en sacarse la foto con el chavista, un personaje “radioactivo” para el resto de los presidente del globo.
Más allá de las afinidades ideológicas, China es es clave para Venezuela y el petróleo es el motor de esa relación. Para el gigante asiático, desde la época de Chávez Venezuela se transformó en una oportunidad de inversión más en un país en vías de desarrollo, con el agregado de ser latinoamericano, lo que permitía ampliar aún más sus ambiciones expansionistas.
Así, colocó millones en empresas mixtas con PDVSA y el chavismo replicó el modelo que ya tenía aceitado con Rusia: pagar con crudo otros servicios. Poco a poco, Beijing y Moscú fueron apoderándose de gran parte de la industria petrolera venezolana y conviertiéndose en los mayores acreedores de su deuda.
Según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, Venezuela es el país del continente americano con mayor dependencia de China, seguido por Ecuador y Bolivia. De hecho, Beijing le otorgó préstamos por USD 70 mil millones en la última década y, como siempre, ese crédito se devuelve principalmente con crudo.
India es el tercer mayor consumidor de crudo del mundo y por lo tanto un socio clave para el régimen de Maduro. De hecho, a principios de años, cuando EEUU profundizó sus sanciones contra el chavismo e incluyó a PDVSA en la lista negra, India se convirtió en el mayor comprador de petróleo venezolano.
Las refinerías privadas del país, Reliance Industries y Nayara Energy Ltd., son las principales compradoras de petróleo de Venezuela, ya que sus avanzados sistemas de refinación pueden procesar el tipo espeso venezolano en combustibles de alto valor como gasolina, diésel con bajo contenido de azufre y combustible para aviones.
Y en contrapartida, el régimen de Maduro compra una gran cantidad de productos de India, sobre todo medicamentos. En un escenario cada vez más asfixiante para el régimen, el chavismo incluso empezó a experimentar un sistema alternativo de pagos, el trueque, con el objetivo de evitar las sanciones y que India no deje de comprarle petróleo.
Con menos preso estratégico, Sudáfrica también fue un pilar del régimen chavista. En enero pasado, cuando Maduro asumió su segundo mandato y más de 50 países de mundo desconocieron su investidura por las denuncias de fraude electoral, fue el embajador de Cyril Ramaphosa quien salió a defenderlo ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
En un intervención recordada por el PSUV como “una muestra de solidaridad”, el funcionario sudafricano Jerry Matthews Matjila, saludó “el mandato democrático de Nicolás Maduro”.
Con las chances en cuatro contra uno, Jair Bolsonaro igual dará batalla por Venezuela en la cumbre de los BRICS. La última vez les pidió a los mandatarios que “escuchen el grito del pueblo venezolano”… No lo escucharon, habrá que ver si en Brasilia el resultado es distinto. /Infobae