“Ya tenía mucho frío y las manos no las sentía… Empecé a perder el sentido, nadando en zig zag”, confesó Paola Pérez, una víctima más de la dura crisis del deporte en Venezuela, golpeado por el colapso económico del país.
Paola Pérez vivió en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 uno de los mejores momentos de su carrera: se colgó la medalla de plata en aguas abiertas. Cuatro años después, en Lima 2019, enfrentó uno de los peores. Salió tiritando del agua, con hipotermia, por la falta de un traje de baño adecuado.
El frío de las aguas de la Laguna Bujama, al sur de Lima, hacía necesario un traje de neoprene en la prueba femenina de 10 kilómetros en aguas abiertas. “Aguanté hasta la sexta vuelta. Me dio un ataque de hipotermia. Ya tenía mucho frío y las manos no las sentía… Empecé a perder el sentido, nadando en zig zag“, relató la deportista de 28 años, quien participó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Antes de competir en estos Panamericanos, tal como le sucedió a su compañero de selección Diego Vera en los 10 km masculino, los nervios se le habían congelado. La equipación que les había suministrado las autoridades deportivas venezolanas no estaba avalada por la Federación Internacional de Natación (FINA).
La temperatura en Lima: 14 grados. La temperatura del agua de la Laguna Bujama: 18. Un grado menos y la utilización del neoprene hubiese sido obligatoria.
Pérez, sin embargo, decidió lanzarse al agua. “Yo hago esto por amor al deporte y no iba a venir para irme sin competir”, explicó. Cumplidos dos tercios del recorrido, el frío hacía mella. “Sentía dolor de cabeza, náuseas, y
VÍCTIMAS DE LA CRISIS
Pérez y Vera consiguieron completar los 10 km, finalizando respectivamente en las posiciones undécima y octava entre 20 competidores en cada rama.
La temperatura corporal de ella cuando salió del agua estaba en 30 grados, contó, cuando los valores normales deben estar entre 35 y 37. Sus músculos, entumecidos, temblaban… Y ni siquiera contaba con un médico del equipo de natación.
Pérez se convirtió así en una víctima más de la dura crisis del deporte en Venezuela, golpeado por el colapso económico del país y por pugnas políticas por el control de las federaciones deportivas, entre ellas, justamente, la de natación.
Hacía un año había solicitado formalmente un traje de baño de neopreno de la marca y las características que exige la FINA.
Desde 2017 atletas venezolanos en disciplinas como boxeo, voleibol, sóftbol o esgrima han sido eliminados de competiciones internacionales por no presentarse, debido a la falta de recursos que incluso le ha impedido a algunos tomar un vuelo.
Como eco, los pobres resultados en los grandes eventos del ciclo olímpico. Venezuela ganó 94 oros en los Bolivarianos Santa Marta-2017, 43 en los Suramericanos Cochabamba-2018 y 34 en los Centroamericanos y del Caribe Barranquilla-2018, perdiendo un tercio de la cosecha del ciclo anterior (161, 47 y 56).
Pérez es parte de la oleada migratoria venezolana, con más de tres millones de personas huyendo desde 2015 de la hiperinflación y la escasez de productos básicos.
La deportista, pese a su historial de éxitos, decidió hacer maletas y mudarse a Chile. Allí sobrevive dando clases de natación y a duras penas ha podido seguir entrenando. “Sabía que, sin el apoyo necesario, iba a ser imposible repetir lo de Toronto; pero nunca imaginé que iba a ser tan doloroso”, lamentó. /AFP