Repletas de noticias falsas, desinformación y propagación del odio, las campañas del Kremlin orientadas hacia audiencias particulares con fines políticos quedaron expuestas tras el proceso electoral en Estados Unidos en 2016. Pero no acabaron allí, y el peligro parece acercarse ahora a países como Guatemala, Bolivia, Uruguay y Argentina, dónde se votara a sus nuevos presidentes en los próximos meses
El 11 de agosto Guatemala celebrará la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales. En octubre Colombia organizará comicios a nivel municipal y departamental, y luego y en el mismo mes será el turno de Bolivia, Uruguay y Argentina, que elegirán a sus nuevos presidentes. Estos dos últimos países, además, tendrán una segunda vuelta, si así fuera necesario, en noviembre.
Antes, en el primer semestre de 2019, El Salvador eligió en febrero a Nayib Bukele como presidente, Panamá hizo lo mismo en mayo con Laurentino Cortizo Cohen, mientras que Ecuador y México organización elecciones regionales en marzo y junio, respectivamente.
Este ajetreado calendario electoral en América Latina está teniendo lugar ante la sombra de la crisis política, económica y social en Venezuela y frente a una amenaza creciente, quizás relacionada: la posible injerencia de Rusia, con intereses en la región, en los comicios a través de sus “ejércitos” de hackers, bots y trolls.
Principalmente la mirada está puesta en la denominada Internet Research Agency (Agencia de Investigación en Internet, IRA), misteriosa empresa que ya ha actuado en Estados Unidos durante la elección de Donald Trump, en el Reino Unido en el referéndum por el “Brexit” o incluso en Francia durante la elección de Emmanuel Macron y en España con el referéndum sobre la independencia de Cataluña.
Vale recordar, sin embargo, que el impacto real de las campañas de desinformación encaradas por actores estatales, así como también aquellas iniciadas por privados, como sucedió con el caso de la consultora Cambridge Analytica y sus campañas enfocadas y en base a la recolección ilegal de datos personales en diferentes procesos electores, es complicado de medir. Además, la concentración en sectores acotados de indecisos, enojados y frustrados difícilmente muestre una imagen precisa de la sociedad en cuestión.
Tensiones geopolíticas
Rusia ha, de hecho, mostrado en numerosas ocasiones su cercanía con diferentes candidatos, partidos y proyectos en las elecciones latinoamericanas, especialmente aquellos ante los cuales puede entablar negocios, en su mayoría por venta de armas, o que puedan ser funcionales en su oposición a Estados Unidos, que apoya a otros candidatos, partidos y proyectos.
Venezuela es un amplio exponente de ambos casos, ya que cuenta con el arsenal de origen ruso más importante de la región y, al mismo tiempo, ha recibido apoyo económico, político y simbólico de Moscú frente a la pronunciada crisis política que este año ha alcanzado niveles insospechados, coexistiendo en el país dos gobiernos que reclaman legitimidad: el del dictador chavista Nicolás Maduro, apoyado por Rusia, y el del líder opositor proclamado por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, que tiene el apoyo de Estados Unidos.
El presidente Daniel Ortega, en Nicaragua, es otro aliado fuerte en la región que ha recibido el apoyo ruso frente a su campaña de represión y por otro lado las relaciones entre Rusia y Cuba son ya históricas y profundas, aunque en la isla sus líderes no deban preocuparse por el detalle de mantener elecciones y tener que hacer frente, de esta manera, a una batalla simbólica en redes sociales.
Cómo operan las “granjas de trolls”
Rusia es, junto a Estados Unidos, China e Israel, una de las grandes potencias cibernéticas globales y posee enormes recursos y capacidades para diseñar, preparar y lanzar ciberataques de todo tipo.
Pero estas tácticas de ataque a infraestructuras y sistemas informáticos de países enemigos son, en ocasiones, demasiado burdas y potentes cuando la intención es incidir más sutilmente (hasta cierto punto) en un electorado para forzar una decisión en las urnas.
Así, entran en juego las “operaciones psicológicas y de explotación de plataformas de redes sociales para atizar y desacreditar a los candidatos contrarios al Kremlin”, como ocurrió con la demócrata Hillary Clinton en la campaña presidencial de Estados Unidos de 2016, consideraron Alina Polyakova y Spencer P. Boyer en un reciente artículo de investigación publicado por el think tank Brookings.
Ya sea a través de “trolls” (humanos curando contenidos en condición de anonimato y con el fin de acosar, criticar o antagonizar de manera provocadora y despectiva, de acuerdo a una definición del portal Chequeado) o “bots” (cuentas que generan contenidos en forma automatizada, de escaso impacto real pero gran capacidad de generar trending topics), siempre ligados a las “fake news”, el objetivo de Rusia parece ser el uso de campañas de desinformación, ciberataques, cultivo de aliados políticos y subversión política para dividir, desestabilizar y engañar a las sociedades democráticas.
Esta “guerra híbrida” tiene sus raíces en una larga tradición iniciada en la Unión Soviética en adopción de nuevas tácticas y técnicas para dar cuenta de la naturaleza cambiante de los conflicto, como indica el investigador británico Keir Giles en un artículo reciente para el think tank Chatham House.
De esta manera, Giles distingue entre dos herramientas específicas con las que cuenta Rusia para ejercer poder: las tradicionales Fuerzas Armadas, y sus campañas de desinformación.
Aunque en sus primeras versiones estas campañas no tuvieron buenos resultados, la adopción masiva de internet en las últimas décadas las ha potenciado y vuelto mucho más efectivas, indicó Giles.
Incluso, la primitiva experiencia de los rusos con la guerra de desinformación les ha permitido mejorar y crecer hasta convertirse en expertos en el área, en gran medida más avanzados que sus pares en Occidente, que también las han intentado con diferentes grados de éxito.
Por ejemplo, explica Giles, durante años los gobiernos occidentales menospreciaron a las campañas rusas por considerarlas ancladas en “narrativas increíbles”, es decir que la falsedad de los contenidos distribuidos era evidente por sí misma y que la forma de combatirlos era simplemente rebatiéndolos cuando fuera posible.
“Pero al aplicar nociones occidentales sobre la naturaleza y la importancia de la verdad, este enfoque mide el efecto de las campañas con un criterio erróneo y malinterpreta fundamentalmente sus objetivos”, señaló Giles.
Los hechos recientes parecen darle la razón. De las inocentes contra campañas para rebatir contenidos falsos del pasado, Estados Unidos ha pasado a una a defensa activa contra las “granjas de trolls”: durante las elecciones de medio término celebradas en 2018 se lanzó un ciberataque contra la IRA, dejándolo inoperativa durante el día de los comicios, incapaz de diseminar su información falsa, de acuerdo a un reporte del Washington Post.
Con base en San Petersburgo, la IRA se ha convertido en el rostro más visible de una actividad oscura y de alcances desconocidos. Se sabe que Rusia utiliza otras “granjas de trolls”, también conocidas como “fábricas”, muchas de ellas con vínculos menos claros con el gobierno, pero ninguna con tal alcance: sólo Twitter detectó que 3.841 de sus cuentas estaban afiliadas a esta empresa durante la campaña de Estados Unidos en 2016.
Pero el estudio de las tácticas de la IRA ha permitido entender mejor cómo funcionan estos ciberejércitos, en especial gracias al informe del llamado reporte Mueller, concentrado en su accionar en 2016 en Estados Unidos y publicado en marzo de este año.
De acuerdo a este reporte se entiende que la IRA trabajó con identidades robadas a ciudadanos estadounidenses e inmensas “enciclopedias” sobre lo que funciona y lo que no en las redes sociales en Estados Unidos, fruto de enormes campañas de inteligencia, de acuerdo al periodista de la BBC Dave Lee.
Armados con miles de cuentas en Twitter, Facebook e Instagram, en ocasiones identidades reales robadas a sus dueños, o en otros casos perfiles anónimos, comenzaron entonces publicar y diseminar contenido propagandístico y “fake news” en aquellos ámbitos poblados por independientes o votantes enojados y frustrados, es decir en audiencias determinadas y debidamente estudiadas, intentando sembrar división y discordia y especialmente rechazo a Clinton.
Según el informe Mueller, los “especialistas” de la IRA trabajaron las 24 horas desde San Petersburgo, publicando contenidos, midiendo su impacto, comprando espacio en Twitter y Facebook, y monitoreando las redes en búsqueda de nuevas oportunidades.
La IRA también se ocupó de ocultar su ubicación en Rusia utilizando VPNs (redes privadas virtuales) y cuentas reales en PayPal robadas a estadounidenses.
Cuando Trump finalmente ganó las elecciones, la IRA sencillamente cambió el eje de su campaña a generar discordia y resentimiento entre los estadounidenses,por momentos arengando a los simpatizantes del presidente, y en otras ocasiones haciendo lo mismo con sus opositores.
Las personas detrás de los “trolls”
Contrario a lo que pueda parecer intuitivo, los “trolls” (palabra que designa a un monstruo folclórico del norte de Europa) no pertenecen a las fuerzas armadas de Rusia ni forman parte de sus servicios de inteligencia. Se trata de trabajadores ganando un sueldo por curar y crear contenidos específicos en las redes sociales.
Buena parte de lo que sabemos sobre la IRA proviene, precisamente, de una de estas trabajadores que recibió una paga por sembrar campañas de odio y división desde San Petersburgo. Se trata de la periodista Lyudmila Savchuk.
En 2014 Savchuk comenzó a notar una serie de ataques, notablemente similares y coordinados, y que se repetían en redes sociales contra diferentes políticos opositores en la ciudad sobre el Mar Báltico. Cuando escuchó un rumor sobre el rol de la IRA, se postuló a una búsqueda laboral y fue contratada.
“Quería entrar para ver cómo funcionaba, pero lo más importante era ver cómo podía detenerlos”, dijo Savchuk en un reportaje con la Radio Pública Internacional (PRI).
En una gris oficina en la callea Savushkina 55, en las afueras de San Petersburgo, Savchuk trabajó junto a cientos de jóvenes rusos contratados para ser “trolls” en turnos y las 24 horas del día.
¿Cuáles eran los principales blancos de la campañas en aquel momento? Estados Unidos, la Unión Europea, Ucrania y los opositores del presidente Vladimir Putin.
“Cada trabajadora tenía una cuota que llenar cada día”, contó Savchuk, quien en un momento tuvo que manejar la cuenta de una adivina bajo el nombre de “Cantadora”, que en medio de publicaciones sobre astrología intercalaba mensajes a favor del Kremlin. Tan preciso, acotado, minucioso y aparentemente ridículo es el trabajo de las “granjas de trolls”.
Savchuk renunció tras dos meses y medio en el puesto y luego escribió una serie de artículos sobre su experiencia en el sitio Moy Rayon, declarando que la IRA tenía que ser un proyecto del Kremlin y que estaba controlada por Eugeny Prigozhin, un oscuro colaborador de Putin vuelto multimillonario.
Prigozhin, conocido “el chef de Putin” por su pasado gastronómico, lo ha negado, por supuesto, pero lo cierto es que incluso Estados Unidos lo citó, sin éxito, durante la investigación del reporte Mueller.
Tras la exposición de las tácticas de la IRA, Savchuk se convirtió en activista contra la desinformación, pero previsiblimente su experiencia no fue gratuita. En numerosos círculos aún es vista ella misma como un “ex troll”, lo que le ha generado aislamiento y desequilibrios emocionales, mientras que al mismo tiempo en Rusia ha sido perseguida por sus anteriores empleadores, que incluso lograron que Facebook bloquee su cuenta.
Los peligros en América Latina
Desde la caída de la URSS en 1991, cada vez más países de la antigua esfera de influencia soviética, Lituania, Polonia y Ucrania son sólo algunos ejemplos, han dado un giro y avanzado en su alineación con Europa, la OTAN y Estados Unidos.
Las recientes intervenciones militares de la Federación Rusa, heredera de la URSS, en Ucrania y Siria, parecen en parte la respuesta de Moscú a este fenómeno.
Así como también el aumento en las últimas décadas de la presencia rusa en América Latina, histórica zona de influencia de Estados Unidos, que parece enmarcarse en este resurgimiento militar y estratégico de Moscú.
El éxito ha sido mixto. Cuba permanece como un aliado histórico, pero su influencia regional es mínima y su sistema económico sigue en ruinas.
Venezuela es la apuesta más reciente de Rusia, pero su colapso total en todos los órdenes se presenta más como un peligro a la credibilidad de Moscú que un modelo de relación exportable. Pero aún parece haber rango de acción en la región para los intereses del Kremlin.
“Según la concepción de Rusia, Latinoamérica, a la par que Asia, puede convertirse en una de las regiones decisivas en sus relaciones internacionales a futuro”, consideró Alexandra Sitenko, investigadora de la Universidad de Leipzig, Alemania, en un reciente artículo para la cadena Deutsche Welle.
“Es rica en recursos naturales; hay países como Brasil, Argentina o México, que son miembros del G20; y es la región cuya visión de política internacional coincide más con la de Rusia, en cuanto a la construcción de un mundo multipolar, al papel de organizaciones internacionales como la ONU, y al principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados“, explicó, agregando que además Moscú ha demostrado preferencia por los candidatos de izquierda en diferentes proceso electorales.
Sandra Torres, del partido UNEN, y Alekandro Giammattei, de Vamos, competirán el 11 de agosto en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala.
El 20 de octubre será el turno de Bolivia, elecciones en las que Evo Morales, del MAS, intentará obtener un cuarto mandato en medio de una polémica por una violación constitucional. Se enfrenta a diferentes candidatos, entre los que destaca el ex presidente Carlos Mesa, de FRI.
Luego el 27 de octubre será el turno de Uruguay y Argentina. En el primero los favoritos son Daniel Martínez, del gobernante Frente Amplio, y Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional. Mientras que del otro lado del Río de la Plata están en pugna el actual presidente, Mauricio Macri de Juntos para el Cambio, frente a Alberto Fernández, que compite por el Frente de Todos con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner como su vice. Ambos países tendrán una segunda vuelta, si la hubiera, el 24 de noviembre.
Las especulaciones sobre una posible injerencia rusa abundan, principalmente porque la nómina de candidatos en estos países incluye a viejos amigos de Rusia, como Evo Morales, que está estado siempre interesado en comprar equipo militar ruso y ha adoptado la postura de Moscú en numerosos conflictos y ante organismo internacionales.
También es el caso de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, quien durante sus ocho años de mandato mejoró notablemente las relaciones comerciales y políticas con el presidente Putin, al mismo tiempo confrotando con Estados Unidos en foros internacionales. Aunque en este caso no se ha notado un giro con respecto a la relación con rusa de parte de la administración Macri, que además ha sido acusada de utilizar prácticas similares a las de las “granjas de trolls”.
En el caso de Uruguay, también la política histórica del Frente Amplio, de centroizquierda y tercera posición, es similar a la planteada por Rusia en su multilateralismo y su freno a la influencia externa. Incluso Montevideo fue uno de los pocos países, junto a México, en adoptar una postura intermedia frente a la crisis venezolana, que fue vista, hasta cierto punto, como debilitadora de los esfuerzos del Grupo de Lima organizado por sus vecinos para apoyar a Guaidó. /Infobae